29 noviembre 2005

El miedo a los hijos

Ya han habido varias personas que nos dicen a mi o a Claudia que ellas no podrían tener un hijo, que no podrían con su llanto, que no podrían dejar de fumar, de tomar, que no podrían dejar de salir, de vivir a plenitud su juventud. Dentro de la historia personal de cada una de esas personas suele haber patrones en común, como por ejemplo la aceptación a ciegas de todo lo que ven en los medios, de todo lo que dice “la mayoría”, de todo lo establecido, entonces ¿cómo podría haber otra realidad que la de la juventud como la única etapa donde se puede ser feliz, pleno, libre?, ¿cómo podría ser que tener un hijo implicara algo distinto a sacrificio y cárcel?

Claudia y yo teníamos planeado casarnos en marzo de este año y seguir con nuestro contexto de ella estudiando en Guanajuato y yo trabajando en el DF, lo habíamos decidido a mediados del 2004. Un matrimonio a distancia sonaba insensato y absurdo pero no para nosotros, que entendíamos que nuestra relación era nuestra y no necesitaba de las fórmulas de otros, la sensatez de otros, para nosotros era una hermosa idea, la mejor opción. Luego supimos que estábamos embarazados de Sofía en septiembre del año pasado. Esta niña se nos adelantaba varios años a los planes pero también era cierto que nos facilitaba la opción de estar juntos en ese momento, que era lo que tanto deseábamos, cosa que de otro modo hubiera sido imposible.

Con ello me pregunto si alguna vez tuvo algo de negativo el arribo de Sofía. A Claudia le gustaba estudiar Diseño, pero yo jamás la vi enamorada de lo que hacía, que me parecía lo hacía más por inercia de estudiar porque-así-tienen-que-ser-las-cosas que por una vocación comunicativa. Sus trabajos eran buenos, pero no había esa certeza de estar en el lugar correcto, certeza que actualmente se le ve en la mirada, en la evolución por la que está pasando. En Guanajuato ella estudiaba, administraba el dinero que le mandaba su papá, hacía tareas, no tenía muchos amigos y tal vez ninguno que sea para toda su vida (yo, cuando viví en esa ciudad, sólo hice uno), esperaba las vacaciones para irse a Acapulco y salir de vez en cuando con alguna vieja amiga, todavía no se metía de lleno en temas esotéricos, tenía cierta idea de algunas cosas pero no al grado de tener la conciencia de que es parte de su destino, de su naturaleza, no fue sino hasta estar esperando una hija que se fue acercando más a temas así (igualmente yo, desde nuestro embarazo hubo una retroalimentación muy curiosa gracias a que ya vivíamos juntos, nos transmitimos nociones que ni siquiera estaban tan presentes antes de esperar a Sofía, ella desde el Contranálisis, el I Ching, yo desde la Literatura, la Ciencia Sagrada (que empecé a estudiar por esas fechas)) descubriéndose lo siguiente: ese conocimiento la hace feliz, le da la tranquilidad, la fuerza suficiente. Si no hubiéramos vivido juntos, esa retroalimentación no hubiera sido posible (o se hubiera tardado más), y la única forma en que podíamos vivir juntos era con algo tan extremo como estar emabarazados (otra forma era aguantarnos tres años para que acabara su carrera y ver si se venía a la ciudad o nos íbamos a Querétaro o algo así, claro, para eso nos íbamos a casar, para terminar de comprometernos a todos niveles, sin embargo quién sabe qué tan difícil hubiera sido aguantar tanto tiempo si las últimas veces que nos visitábamos era espantoso y aniquilante volvernos a separar).

O sea que todo en la realidad tiene siempre distintas lecturas. Esta es una lectura que le doy a nuestro embarazo y nuestra vida en pareja, pero obviamente podría haber otra forma de verlo, sólo que yo no puedo, para mí es así debido a mi experiencia y aprendizaje. No me obligo a verlo así, me sale natural entenderlo de la forma ya expuesta.

Por eso me deja pensando el por qué existe una lectura tan lineal y cerrada con respecto a los hijos. En mi caso (y veo que en el de Claudia también, sólo que no me gusta hablar en su nombre) mi hija me acercó más a la nada utópica libertad; la conciencia que me dejó (más allá de la responsabilidad paterna (la cual no es tan difícil de entender y aplicar)) con respecto a la responsabilidad conmigo como individuo, fue letal y fue bella. Desde que supe por teléfono y larga distancia (gracias Telmex) que iba a ser papá, he tenido otro tipo de búsqueda, otro tipo de comprensión, respeto más a la gente, a las ideas del otro no importa lo opuestas que sean a las mías, y también he encontrado tolerancia y he sido menos desesperado, claro, no se me ha quitado lo impaciente pero ya no me dura el mismo tiempo la ansiedad, antes me podía durar días, ahora me siento medio ridículo cuando llevo media hora; también he conocido mucho del mundo de Claudia, anteriormente no tuve oportunidad de acercarme al tarot, al I Ching, a la Biblia, luego de ello puedo releer a Cortázar o a Octavio Paz y darme cuenta que me gustan todavía más de lo que solían gustarme, laboralmente también hay otra conciencia, en fin, creo que ya se entendió la idea.

El miedo a los hijos no es el miedo a los hijos. El miedo a tener un hijo esconde, seguramente, otras ideas, insatisfacciones que van a no querer moverse de un sitio por la seguridad que les representa (salir a ligar, tomar en los antros, ir a ver los partidos del América, fumar mota a diestra y siniestra). Y es una lástima que predominen ideas como la de que para ser una mujer triunfadora e independiente se tiene que contar con una Minivan o una Explorer y rayitos hechos en salón fino, cuentas propias en el banco (mientras que si eres mamá joven implica que has echado a perder tu vida), entonces cuando llegan los 30 años ya no se animan a tener un hijo o no se sienten capaces de entender a sus bebés, de jugar con ellos, de hacer el ridículo frente a ellos para sacarles una carcajada. Claro que para que exista una idea así, debe de existir su contraparte: por los hijos hay que sacrificarse, hay que darlo todo, las mujeres deben olvidarse de sí mismas y dedicarse a los hijos, mientras que los papás deben ser los proveedores del dinero, mientras más lleven, mejor, no importando que ello implique llegar tarde a la casa, estar cansados los fines de semana sin poder acceder al mundo lúdico y hermoso de los bebés / niños / hijos.

Tener un hijo, por sí mismo, no implica limitación o libertad. Ese es un juicio que cada quien le da desde su propia experiencia, no desde la experiencia del amigo, la hermana o el vecino, sino desde la propia, siempre la propia (y sólo hasta que se está en una situación así ya que no se puede afirmar ahora aquello que todavía no tiene presente), aquella que potenciará lo mejor o lo peor de cada quien.

9 comentarios:

Guendi dijo...

A veces pienso que somos una generación tan egoista y débil. No me lo tomes a mal, pero si tenemos comodidades que nadie tuvo antes, y por lo mismo, nos da por mejor arrojarnos a lo que nos de placer a nosotros y a la mother los demás. Por ese lado, mejor que no tengan hijos, pobre criaturas. Pero una vez que los tiene uno... como que se le prende el switch no? Digo, a mi tambien me da miedo la responsabilidad, pero lo chido de los riesgos son las satisfacciones que vendrán después.

Y yo de que hablo.. no soy mas que una madrastra.

Mariana dijo...

Miedo a los hijos, aun no he experimentado dicho temor, sera que aun no he pensando en la idea, disfruto mi vida como esta ahora, y si llegara a venir un hijo, lo disfrutaria al maximo con todo lo que implica..

Saludos XD

Nerissa Rocher dijo...

Como siempre halago tus blogs me encantan!!!!!Fin.

Creo profundamente en lo que dices, y reconozco que tengo mucho que aprender de ti, creeme, me hubiera gustado conocerlos a ti y a Daria, en Guanajuato.

Sí algo se de ésta Ciencia literaria es absolutamente nada, pero a través de ella he conocido un poco o mucho la vida. ¿Un hijo? Yo adoro lo niños, y sería inmensamente feliz con uno mío, tanto que lo intento, y lo intento y lo sigo intentando... jaja.

Creo que no tengo miedo a tener un hijo, tengo miedo a ofrecerles una vida de carencias, de hambres,sólo por una irresponsabilidad mía. Para ser madre, necesito estar preparada, y si no jalale, en nueve meses preparate jeje.

Insisto, tengo mucho que aprender de ti.

Un abrazo y un beso a la bebita hermosa... y a la mami Daria.

pta. Ven a mi blogs ésta navidad jaja

Moni dijo...

Yo no tengo un hijo... pero puedo decirte que jamás lo he visto como una limitante ante muchos aspectos de mi vida... me agrada la idea de que llegara uno, de aprender de él, de conocerno cada día... pero todo en mi vida pasará cuando deba... pero creeme que el leer todo lo que viviste con Claudia y todo lo que trajo la bebé, me ha agrandado el deseo de ser mamá.

Gracias por estar, amigo <^^^> ji ji
Un abrazo para ti, otro para Claudia y diez más para la linda Sara Sofía =)

Laura dijo...

Alberto:
coincido plenamente con lo que dices. La vida de una pareja, y en tu caso, con tu hijita es algo que tiene que resolverse en ese ámbito, en el propio de uds.
Muchos aplican fórmulas gastadas, y la fórmula de la felicidad está en cada uno.
Vaya si te entiendo!
Hermosísimo tu blog

Cariños

SIE dijo...

Hay quienes pierden los buenos momentos por temor a sufrir alguno malo.
Tus palabras destilan un sentido común contagioso jeje. Enhorabuena. Ciao

Guendi dijo...

Hoy leí un post relacionado. Chécale y dime que opinas.

http://chinamaria.blogspot.com

இலை Bohemia இலை dijo...

Yo creo que te adaptas y punto...
Tus prioridades ahora son otras y todo es más intenso...

Xigna dijo...

hola! me tarde en comentar no? bueno, pero es que no puedo agregar mucho a tu post. Para mi ser mamà, tener una hija, significa CONCIENCIA, mucha conciencia, saber que hay que crecer, y luego darme cuenta de que no lo estamos haciendo tan mal como papàs...felicidades por eso.