Comencé a la una de la tarde, cuando fui por un café con leche a la máquina de café de la oficina. Entonces noté que sólo quedaba un removedor, lo agarré sorprendido, me sentí privilegiado, iluminado, afortunado, y no es para menos si para ser viernes, a esa hora, de lo más raro que puede pasar en este tipo de lugares es que queden removedores de café. La gente de las oficinas toma(mos) café como locos, a todas horas, todos los días, más si los viernes a medio día se comienzan a desentender los de limpieza, los empleados del área administrativa, los del área de despachos, los funcionarios, y así los cafés van y vienen acompañando la charla que mata las horas restantes, no porque ya no haya cosas que hacer, sino porque para eso existe el lunes: varios boleros me han dicho que el día que menos chamba tienen son los viernes, no hay zapatos limpios y brillosos los viernes, no hay removedores de café los viernes.
En cuanto salí crucé por un cubículo vacío e impecablemente limpio, estilo casi minimalista (¿qué oficina corporativa no lo tiene?), como expectante de un nuevo dueño, de un siguiente dueño, usuario, empleado, licenciado, trabajador, etc. Lo distinto ahí fue observar que sobre el escritorio estaba una escoba sucia, fea, vieja... realmente vieja, como de paja, que chocaba con la perfección de la imagen de cubículo ideal. Pensé que si eso no es verdadera trangresión del orden, revolución visual, belleza pos moderna (nótese el espacio entre ambas palabras), no sé qué pueda serlo.
Entonces sentí, sin pretensión alguna de personaje de Jeunet o Tim Brown, que yo era el único que podía observar que una escoba de paja, de las que no tiene que haber en una oficina porque para eso existen las aspiradoras modernos y los mops, se recostaba sobre el cubículo de cualquier potencial licenciado en administración de empresas. Volví a recordar que yo era el último del edificio que esta semana tendría un removedor de café... quién se atreve a sostener que los dioses han muerto...
El día había roto con esa inmovilidad benedittiana que tanto prestigio le valió en los setenta (La Tregua (novela), todos sus poemas de la oficina, el disco con Alberto Favero y Nacha Guevara): la sensación de asfixia, de que no sucede nada, lo monótono carcelario.
No podía esperar a salir para observar el cielo.
Decidí pasar a comprar empanadas argentinas a un pequeño local que está sobre el eje 6 sur del que no recuerdo su nombre, me atendieron un par de argentinos cliché (él malencarado, flaco, rapado, tipo la película The Acid House / ella narizona, cabello descuidado, blanca, medio arrugada a sus 19 años (le calculé esa edad)), seguramente novios, con muchos pedidos pendientes. Me llevé 4 por $40. Me tardé una media hora esperando. Esa media hora fue de arrebato, de una especie de grito interno, de magia: el local es feo, encantador, con muchas fotos de Maradona de joven, de Boca, del Che, de cafés bonaerenses, muchos mates sobre repisas improvisadas, con un mapa del cono sur, música jazz en su pequeña grabadora (buscaba con la vista desesperado alguna fotografía de Borges o Cortázar pero nada, éstos dos eran más bien patriotas futboleros) y esta maravillosa publicidad de 1986: una página de revista tenía la bandera de Argentina y decía, con respecto al mundial de 1986 que ellos ganaron "Felicitamos a Brasil por haberlo intentado".
Fui caminando a la casa, la cual quedará a unos quince minutos de ahí.
Entonces vi detalles nuevos en las casas de siempre, nuevos rincones en las esquinas de todos los días, nuevas maneras de ser planta, árbol, banqueta, y todo ello no porque alguien se haya puesto a remodelar la noche anterior, era yo el que transitaba las calles de siempre, por eso mismo todo era distinto: vi un jardín que me dejó fascinado, una fachada a unas cuántas casas de la mía que no había notado lo mucho que me gusta, nuevos cafés a los que iré con Claudia y Sara Sofía a platicar de la vida, del amor, de Kill Bil vol. 3, una serie como de 5 casas de color blanco pegadas una a la otra, como si fuera Acapulco, como si a la vuelta de la esquina pudiera verse el mar.
Aquí lo que menos me importa es cuestionar lo sucedido, el instante fue inmediato, éste relato no lo refleja fielmente pero esa inmediatez fue un reavivamiento como cuando escuchas (muy) viejas canciones favoritas. Aquí no importa la opinión. Aquí acaba por unos minutos el análisis exacerbado. Acaba el bestiario.
Las empanadas estuvieron deliciosas, llegaron un poco frías.
14 agosto 2005
Viernes
Escrito por
Alberto Espejel Sánchez
a las
10:06 p.m.
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11 comentarios:
Es encantador observar lo que hay a nuestro alrededor siempre pasamos de largo, sin fijarnos en los pequeños detalles... Buen relato...XD
Pues que puedo decirte...que bueno que no hayas perdido tu forma de darle otra visión al mundo, ese recorrido pudo ser de lo mas aburrido, esa mañana pudo ser asfixiante...esa escoba pudo significar algo mas para cualquier otra persona...Pero es cierto, las empanadas son deliciosas aunque esten frías.
Así es, hay días en los que vemos más allá de nuestra nariz jeje y a veces es realmente sorprendente. Sí leí la tregua jeje me gustó...
Gracias por tus comentarios y te aviso que voy a agregarte al msn que uso más, me aceptas eeh? :) saludos!!
AAa acabo de ver la tarjeta que me mandaste!! Lo siento por la tardanza... GRACIAS!! ...espera.. si fuiste tú vdd? jejeje
Los pequeños detalles hacen la diferencia y el darse cuenta de ellos muchas veces nos hace sonreir y pasar un mejor día... muuuuchos abrazos Amigo =)
Estupenda forma de salir del trabajo, verdad?, viendo todo como si fuera nuevo, cuando lo realmente nuevo es nuestro interior. Y bueno, si crees que las empanadas argentinas son buenas, deberás probar las chilenas!!! (las empanadas, digo) :D
A propósito, tu hijita es una ricura!!
Un beso
Sherezada
Chin.. leo blogs en el trabajo y a cada rato tengo clientes. Nunca me da timepo de leer tu post tan largo!! :(
Bueno.. pase por aqui :(
Could you please repeat that in english?
Que Bueno!!
Esta clase de escritos son los que me hacen sentir lleno. Es cuando me hace feliz la internet y pensar en como hacer para que los que no la tienen alcancen todo esto que no està en los libros... ¿Habrà que imprimirlo para que mas gente lo disfrute o simplemente alimentamos nuestra soberbia pensando que somos privilegiados?
no lo se, lo que si se es que cada cosa que leì de este blog me identificò mucho. Salvo la parte del bar, serà que soy argentino, no me gusta el futbol, Fanàtico de Cortazar y admirador de Borges.
GRACIAS!!!
Voy a hurgar tu pretèrito ya que tu presente me simpatiza y ansìo el futuro de tus letras.
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